Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

sábado, 28 de agosto de 2021

 

En las sociedades modernas todo cambia muy rápido. Cambian las fechadas de las casas, los carteles, cambian las calles, los semáforos, cambian las personas de estilo, de trabajo, cambian a quien llaman amor. Donde antes había árboles ahora se instala una farola. Las tiendas están a rebosar de gente que busca imitar a otra gente. Las librerías, las grandes valientes, siguen ahí para unos pocos. Y es de lo poco que se salva y no sigue ese ritmo frenético por conseguir no sé muy bien el qué. Llegar a los estándares que nos han marcado para no quedarnos atrás. Me asusta. Me aterra sentirme tan desubicada en esta sociedad en la que vivo. A mí me gusta ser leal a lo que considero mío porque simplemente lo frecuento. Aunque sea el bar de la esquina donde siempre desayuno. Siento que no voy al ritmo de los demás. Que yo no puedo deshacer ideas, emociones, sentimientos que han vivido en mí con esa velocidad de la luz que consiguen los demás. Seré, quizá, más torpe. Me mareo, me cuesta encontrar un sitio donde no sienta que no estoy fuera de lugar. Ya no hablamos de un acto reivindicativo, a grito de "yo no soy como el resto" sino de la incapacidad de poder, camaleónicamente, actuar igual porque sería como intentar hablar un idioma que ni siquiera he escuchado jamás. Entonces, solo me queda ser yo. Me gusta ser yo, pero, irremediablemente, eso implica estar confundida con lo que yo soy y donde yo vivo. 



viernes, 27 de agosto de 2021

 

Ahora lo entiendo.


No era mi ropa interior la que querías en tu armario. No eran mis calcetines dando vueltas en la lavadora. No era mi olor en el pasillo, ni mi cepillo de dientes pegado al tuyo en el baño. No eran mis manías las que se podían ir intuyendo por la casa. No era la manta de mi cuerpo la que querías encontrar en la cama. No eran mis zapatos en el suelo, ni mi bolso en la mesa, ni mis libros haciéndose hueco en la mesita. No era mi necesidad de dormir con tapones, ni mis tapones siendo juguete para tu gato, ni mis zapatillas siendo un número más grande que las tuyas. No eran mis tuppers del día anterior, ni mis colillas, ni mis llaves al otro lado de la puerta. No era mi silencio, no eran mis películas favoritas.

Era la ropa interior que se junta con la tuya, las lavadoras comunes, un olor en el pasillo, tu cepillo de dientes acompañado. 

Ahora lo entiendo. Por eso consigues pulsar un botón y desprenderte de los futuros que se sueñan. De las caras. Del alma que decías encajar meticulosamente con la tuya. Por eso te conocí de esa manera. Por eso tengo un bolso de alguien que nunca conocí que a veces uso, que tú me diste y que un día fue el que se guardó en tu armario, el que colgaba de una mano que tú amabas. 

Por eso es posible empalmar conexiones para ti. Por eso abruma a todos los que me dicen que eso es absolutamente imposible, que el alma no conecta de esa manera. Así, sin más. Que uno nunca empalma un amor de su vida con el siguiente. Que el amor, por suerte, es otra cosa.

Ahora lo entiendo. Nadie me había hecho creer que yo era tanto de la manera que tú tienes, en muchísimo menos tiempo que ningún otro de los amores que viven aquí dentro, y sin embargo, jamás he sido tan polvo. Me parece increíblemente peligroso. Ahora entiendo aquello que querías cuando de tú boca salió que querías vivir conmigo. Yo me enamoro de un ser humano que jamás se va a repetir, que, junto conmigo, hace una obra de arte única que no existe en ningún otro lugar. Pero, si tengo que quedarme con una conclusión, es que tú lo haces de la idea utópica que tienes del amor, no de su pelo al viento, ese pelo que no podría volar de ninguna otra manera si tuviera otro ADN. No es esa persona, es el amor que quieres que sea ese rostro. Es esa sensación de sentirte menos sola porque hay un alguien que se acuerda de ti. Entonces la conviertes en una princesa, porque ya ocupa ese sitio que no puedes ver vacío, y resulta necesario sentir que no se lo otorga a cualquiera, cuando tus actos dicen claramente que sí. A veces, me siento tan polvo cuando pienso estas cosas. Pienso, que es una de las ideas más tristes que he tenido en mi vida.



miércoles, 25 de agosto de 2021

 

Se acerca. Lo huelo desde aquí. Ya está aquí. Lo rozo casi con los dedos. La realidad, las mañanas, los días, lo que ves cuando abres la ventana. La cama donde duermes. El suelo donde dejas los zapatos. Todo cambia. Todo vuelve. Reconozco estas paredes. Y me gustan. Y me asustan. 



martes, 24 de agosto de 2021

 

La expresión "Nunca más" siempre me ha parecido increíblemente pesada. Es como si con ella soltásemos kilos y toneladas, el peso de las casas, de los infinitos ladrillos, el peso de los planetas. Y, sin embargo, a veces basta un pequeño soplido de aire para ventilarla y que se caiga. He ahí lo curioso que se esconde detrás de esa expresión. 

Hace tiempo, me vi cerrando una puerta que me peso casi tanto como el "nunca más" que conllevaba. El saber que nunca más volvería a abrirla, que no habría forma de encontrar de nuevo las llaves en algún bolsillo y poder pasar. Un nunca más y se acabó. 

A pesar de ello, sin ningún amago de querer volver a conseguir las llaves, sin llamar a la puerta, sin poner insistencia en mis nudillos, sin ni siquiera plantearme la posibilidad de poder echar por tierra ese pesado nunca más, sin más sucede. La puerta es la que te busca a ti. La que se planta delante de tu cuerpo. Esa puerta que ya no era tuya, que mirabas desde los ojos de la distancia. Algo mucho más poderoso que tu propio poder decisión, hace de las suyas, y te la devuelve. ¿Porqué? Ahora mismo, por un completo misterio. Las cosas que por destino regresan a tu vida tienen un sentido, un sentido que tardamos mucho tiempo en encontrar. Nada regresa por casualidad. 

Entonces, el pesado nunca más, con sus kilos y toneladas, con el peso de las casas, de los infinitos ladrillos y el peso de los planetas se convierte en polvo. Y desaparece. 



 

A veces pasa cualquier cosa. No importa el qué. Solo que a veces pasa. Algo divertido. Algo agradable. Algo bueno. 

Y sin darme cuenta, sin pretenderlo por un instante, sin ni siquiera quererlo acabo viendo tu cara. Aparece un recuerdo en mi cabeza de manera nítida. Incluso de un momento que nunca antes había recordado. Y entonces, aprieto los dientes. Me enfado conmigo. Dejo que se aparte. Pero me enfado. No puedo evitarlo. Caigo en la cuenta, estás dentro de mí.



 


Tormenta de verano


Esta tarde nos hemos calado hasta los zapatos mi amiga Mata y yo. Ha caído, literalmente, la monumental en Albacete. Parecía que habíamos salido de la ducha pero con la ropa puesta y en mitad de la calle. Me encanta la lluvia, me hace recordar que el mundo está vivo y que yo formo parte de él. Creo que siempre he vivido enamorada de la lluvia, nunca me canso de ella, parece que cuando llega yo me siento mucho más feliz. Entonces, me he puesto a pensar en el amor. Y me he puesto a pensar en mí. Una de las cosas que más me gustan de mí es que no necesito a otro ser humano para sentirme completa. Yo puedo estar completa sin que nadie tenga que rellenar ningún hueco. Por eso, sé perfectamente que cuando alguien está ahí es porque ha conseguido entrar dentro de mí. Nunca he buscado a nadie, nunca he hecho porque nadie apareciese, simplemente cuando ha tenido que pasar ha pasado. Nadie ha sido el fruto de una búsqueda exhaustiva como la que veo que a mi alrededor realiza la mayoría. Eso me pone muy triste. Entonces, me acuerdo de Cortázar, y de su "Como si se pudiese elegir en el amorcomo si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio".

Miraba la lluvia caer con tanto ahínco que yo me sentía cada vez más y más viva. Y he caído de esa manera, en lo difícil que puedo llegar a ser. Yo quiero que alguien quiera salir conmigo a la calle, cuando cae la mayor tormenta del mundo y las aceras están inundadas y la gente se mete debajo de los soportales y espera que pase. Quiero que no le sorprenda que entonces la llame "Vístete que llueve". Y en ese momento pisemos la calle, con toda la lluvia mojándonos el pelo y las pestañas, y se me corra el rímel. Que acepte mi locura y no le ponga prejuicios. Tirarnos al suelo y besarnos y que llueva y mojarnos más. Correr en los parques con las tormentas encima de nosotras y reírnos. Entonces he pensado que es tan difícil que alguien entienda toda esta locura que vive dentro de mí. Mi psicóloga dice que tengo una sensibilidad especial. Que mi manera percibir las cosas es más intensa que la de los demás. Eso me asusta hasta mí y por eso, a veces me escapo. Dice que tengo el deber de cuidarla toda la vida porque es peligrosa. Porque pueden hacerme mucho daño debido a ella, aunque también me abra la puerta a un mundo que a muchos se les escapa. Me he dado cuenta de que no quiero a nadie que no la entienda. Que no quiero a nadie que no quiera mojarse conmigo debajo de la lluvia, que no comprenda que este sin sentido soy yo. Y por suerte, para mí, como no me siento menos ni de lejos porque nadie ocupe el otro lado de mi cama, asumo que si no aparece una tormenta, una conexión infinita, lluvia persiguiendo mis talones, prefiero que no haya nada.



jueves, 19 de agosto de 2021

 

Definición de retomar:


La vida a veces tiene algo mágico que se activa sin esperarlo y que te hace que lo que menos te esperabas que pudiera llegar a suceder, de repente se tope de bruces contigo.

Esta ya la cuento como la tercera ocasión en mi vida en la que una energía que se me escapa, me indica que había algo pendiente, que la cuenta aún no estaba pagada, que a esta historia aún le faltaban capítulos.

La primera vez me sucedió en el amor. Y fue absolutamente increíble. Pasamos un verano maravilloso, que nunca voy a olvidar. Hay historias que cuando parece que acaban no lo hacen y años después, se retoman.

La segunda vez me sucedió en la amistad. Y me alegro muchísimo de aquello. Todavía teníamos mucho que compartir, que aprender, que caminar juntos.

La tercera vez me ha sucedido hace apenas unos días. Sin más, un cúmulo de casualidades van sucediendo, una tras otra, y sin darte cuenta te van acercando más y más hasta el fin último: Aquí aún queda por contar. Y entonces reaparece ese algo que considerabas perdido, que pensabas que ya no era para ti, que lo creías fervientemente, y resulta que no.

Hay algo común en estas tres situaciones, de donde parte el matiz principal. Ninguna de ellas fueron provocadas, nadie provocó, forzó, ni hizo porque las cosas fueran de una determinada manera. Simplemente fueron. Fueron así, fluyeron así, de la manera más natural que cabe imaginar tuvieron que darse diferentes contextos y situaciones que lejos de provocarse extrañamente parecía que alguien los había preparado para que se diesen así. He aquí el matiz principal: No debemos confundir segunda oportunidad con retomar. Las segundas oportunidades normalmente nacen directamente de algo muy concreto, a veces nos las dan, a veces las damos. Eso no quita su valor, su peso y su magia, pero se sitúan muy lejos de lo que significa retomar. Cuando algo se retoma sucede de manera casi mística, no surge de la insistencia, no surge de un objetivo. Simplemente, el destino va colocando todas esas miguitas suyas para activar ese imán que hace que algo que tenía que pasar, que algo que quedaba pendiente sucediera.

Es absoluta magia, y aunque parezca mentira, me alegro de que nuevamente la vida me haya vuelto a demostrar por tercera vez, que a veces la realidad sí supera la ficción.


martes, 17 de agosto de 2021

 


Que nadie te haga olvidar nunca lo especial que eres.

Con todas tus rarezas que te hacen increíblemente único y maravilloso cuando ríes y lloras. Cuando eres día y noche. Porque como tú no hay nadie 




sábado, 14 de agosto de 2021

 

Pero, sin dudarlo, lo que me genera más rabia es que cuando veo algo bonito, algo especial, un lugar, un destino, un plan, una aventura, siempre, siempre, te veo a ti.



domingo, 8 de agosto de 2021

 

Hay una cosa muy concreta que sucede con las etapas malas en la vida. El verbo cuestionarse viene siempre de la mano de ellas. Esos momentos malos que a veces se ven prolongados en los que parece que nos ha mirado un tuerto, traen consigo una gran serie de preguntas que nos hacen cambiar nuestras respuestas. Nos hacen preguntarnos cosas que antes no habíamos hecho o dudar de las verdades que considerábamos absolutas. Tener el valor de mirarnos en el espejo y contemplarnos para mirar también aquello que no nos gusta. Para aprender cosas nuevas. Para conocernos más que antes y ver hasta dónde estamos dispuestos a llegar, cual es nuestro nivel de entereza. El cuestionamiento continuo de lo que creemos, que se desmonte, es como volver a aprender a caminar. Trae consigo preguntas nuevas, hacia nosotros mismos, hacia la vida.

Por eso es tan necesario permitir a la vida que nos traiga cosas malas, no evitarlas, no negar la evidencia, vivir con ella, mirarla, escucharla, escucharnos, y si cabe, ser menos desconocidos de lo que éramos antes.



sábado, 7 de agosto de 2021

 

Lo he bautizado como la terapia de adiós al miedo. Llevo meses tratando con mi psicóloga (que es estupenda) diferentes aspectos que restan calidad a mi vida y que se han hecho muy presentes a raíz del covid. Tratamos diferentes cosas, y por supuesto depende del momento, pero una de ellas es el miedo. Es una de las características más propias de la ansiedad: el miedo. El miedo arrollador. Cristina siempre me dice que es de admirar cuando una persona reconoce que algo de ella no le gusta y que quiere cambiarlo. Así que una de las cosas que le dije que no me gustaba de mí y que quería trabajar para cambiar era el miedo que va ligado a la ansiedad. El miedo es una emoción muy primaria del ser humano. Es algo que va con nosotros. La única manera de trabajar el miedo es enfrentándolo. Y enfrentar el miedo solo tiene una opción: mirándolo a los ojos y no apartar la mirada. Supongo que hay gente que no sabe de lo que hablo. Hay personas que rechazan los miedos y cuando algo les asusta cambian de conversación o miran hacia otra parte. Algunos no le hacen caso por inercia o pura impulsividad. Valiente no es el que nunca tiene miedo, eso es un mentiroso. Así que, en este trabajo que llamamos adiós al miedo, he descubierto que para no tener miedo no hay que ser más fuerte que él, sino más inteligente, más elegante, y más cariñoso. Inteligente porque sabes cómo hacerle frente sin mirar hacia otra parte pero con respeto y conocimiento de causa. Elegante porque lo haces desde una mirada sencilla, entregada y sincera. Y cariñoso, porque me acaricio mientras algo que me asusta mucho entra en escena. Así que, poco a poco he ido haciendo una lista de cosas que me asustan y he ido exponiéndome a ellas. Por ejemplo; conducir. Algo que me encanta, que me hace sentir libre, que siempre me ha gustado se había convertido en un miedo para mí. Pero al final, coges el coche, te relajas, respiras, y el miedo se va haciendo cada vez más tenue, hasta que, metafóricamente, eres tú quien lo dirige, quien coge el volante y decide hacia dónde va. No voy a mentir, es un camino costoso, en el que estoy sola, pero también está lleno de satisfacción cuando consigo ser mejor, llenarme de orgullo, y compartir esos momentos con la gente que me quiere y que siempre, siempre está para todo. Sin rendirse. A veces escribo emails a Cris o nos telefoneamos. Cuando siento que necesito que me ayude la busco, y eso me hace sentir muy valiente. Otras veces, cuando, como por ejemplo conducir ya no me asusta, también le escribo para reconocer nuestro trabajo en equipo. Lo que quiero decir con esto, es lo importante que es cuidar lo que pensamos, cuidar lo que nos decimos, dejar el autosabotaje aparte. Mejorar cada día, dejar de lado de una maldita vez el "yo soy asi" porque no siempre está bien, porque podemos ser mejores. Estoy tan agradecida por la gente que me ayuda, por la gente que me mira y me comprende, que me da la mano, que me quiere de manera incondicional. Por las personas que merecen todo lo bueno que tienes porque han sabido ser hombro en todo lo malo. Y eso me da más ganas de seguir siendo yo, con todas mis virtudes y defectos pero en versión mejorada: potenciando lo bueno y reduciendo todo lo que no me gusta de mí.

Que esto deje de ser tabú para siempre.

viernes, 6 de agosto de 2021

 

Yo creo en el amor.

En el amor auténtico. En el que llena y vacía. En el que corrompe la piel. En el que no se olvida. Creo en el amor que permanece. En el que te da la mano para coger carrerilla y saltar al vacío si hace falta. Creo en el amor loco. En el amor sin sentido. En el que perdona, en el amor que espera. Creo en el amor que te recorre, que te invade, que se cuela incluso cuando no quieres que entre. Creo en el amor paciente. En el amor que cuida. Creo en el amor que te hace priorizar al otro individuo frente al "nosotros" porque si bienestar va muy por delante, porque amas y amas y ese otro ser humano importa tanto que siempre va a ir muy por delante de lo que sois juntos. Porque le quieres y le amas con el alma. Y con el alma se tocan muy pocas cosas.

Me gusta el amor que te invita a saltar en los charcos, el que prefiere los planes improvisados. Yo me manejo desde la improvisación y la espontaneidad. Por eso la distancia no es una variable que me ayude a amar. Me gusta el amor que llama a la puerta a las tres de la madrugada mientras duermes para besarte. Y quedarse a dormir. Me gusta el amor con el que recorres las calles corriendo, lloviendo, en bici, en patinete para uno pero siendo dos. El que se tumba en los césped y pone nombre a las nubes. El que desaparece por un día para follar y abrazarse, y comer en la cama, y en las bañeras de los hoteles, con el que acabas filosofando y llorando de la risa. Me gusta el amor que provoca. Para bien y para mal. Que enseña, que a veces hiere y otras cura. Me gusta que sea inconveniente. Coger el coche, poner la música a tope, cantar y gritar. Me gusta el amor que brinda con dos copas bajo las estrellas y se confía en hablar de los miedos que nos aturden. Me gusta el amor que espera porque todos tenemos derecho a salir corriendo cuando no nos queremos lo suficiente y el amor que perdona porque entiende que somos de carne y hueso. Me gusta ir a los aeropuertos y tapar los ojos, y que acabes viendo que estoy llevándote a cumplir tu sueño, porque quiero hacerlo contigo. Me gusta hasta cuando he tenido que cancelar billetes porque ya ha merecido la pena simplemente imaginar esa sonrisa. Me gusta el amor que se enfada, ese que conoce mis arrugas cuando meto cuatro gritos. Porque joder, sin el enfado que sería del amor. No habría reconciliaciones, no habría un perdón ni un te perdono. Me gusta el amor que sabe cuando estoy apunto de llorar y me abraza, y entonces lloro. Me gusta el amor en el que sé que nadie jamás se abrazaría igual. Y por eso me quedo. Simplemente porque nadie me abrazaría así. Me gusta el amor que me entiende, que me respeta, que conoce mis puntos flacos y no se aprovecha de ellos. Que se sostiene persistente cuando soy nubes porque sabe que yo soy sol. Que las nubes solo son parte del tiempo que vive conmigo, pero no el tiempo.

Me gusta el amor de verdad. El que no se encuentra fácil. El que no se busca ni se pretende. El que puede que sea una suerte si simplemente se te presenta una vez en la vida. El que te toca sin manos, el que se dice con los ojos. El que no necesita palabras, ni nombres, el que se recuerda aunque no queden besos. El que está en tu ADN, el que eres tú con otra persona porque no podría ser con otra. Porque el amor es un sumatorio irrepetible.

El amor. 

Amor. Amor. Amor. Amor.


 

Estoy tumbada en la cama con la mirada perdida. No estoy aquí desde luego. Mi cuerpo si pero yo no estoy aquí. Pienso en ti y desaparezco. Pienso en el tacto de tu alma y la mía y en que jamás había sentido que otro ser pudiera hacerme sentir de esta manera. Y me hago pequeñita. Y me consiento aunque solo sea por unos minutos cerrar los ojos y hacerte presente dentro de mí. Y consigo sentir lo que sentía cuando estabas tan cerca que casi podía respirarte. Y tengo miedo porque con nadie es igual. Porque te echo de menos y no puedo decírtelo. Porque aunque lo hiciera no te lo diría a ti sino a alguien que ya no eres tú. Y sé que tu cuerpo existe, sigue existiendo, y me confunde. Cierro los ojos y por un momento nada ha cambiado. Pero sé que solo puedo permitirme unos minutos. Luego abro los ojos y sin darme cuenta hay una lágrima que me recorre la mejilla. La seco. Y me levanto de la cama. 

Eso es lo más cerca que voy a estar de ti.



miércoles, 4 de agosto de 2021


Hay ausencias y sentimientos tan íntimos, que uno tiene tan dentro que parece que no existen una gran parte del tiempo. Uno se siente reconfortado cuando parece que es así y lo siente como tal. Sin embargo, parece que el tiempo, la vida, las casualidades, tienen un plan macabro para que sin darte cuenta acabe volviendo a tu pensamiento el recuerdo de una mirada y entonces te quedas paralizado y no puedes contenerlo. Esa ausencia se hace de nuevo presente en ti. La sientes como aire frío en la nuca, vuelve a invadirte. Es inexplicable pero sucede y entonces surge un nudo en la garganta que te impide llorar. Quizá ya no te quedan más lágrimas o quizá llorar ya no sirva y por eso tu cuerpo no llora. Pero sientes la falta de ese tacto tan concreto y tan irreemplazable y aunque no quieras no puedes evitar extrañarlo con todo tu ser. Y te sientes tan cerca de esas manos y a la vez más lejos que nunca y sabes que no puedes hacer nada más que dejarte sentir eso porque al final es lo que eres, al final es que quieres muchísimo y la médula lo sabe. Quieres tanto que solo encuentras alivio imaginando esa misma sonrisa aunque mire hacia otra parte y sabiendo que sin ti tiene mas ganas de salir a la luz. Y entonces, sabes que quieres de verdad. Con todas esas señales que te dicen que harías cualquier cosa por esa otra persona, hasta el mayor sacrificio, porque si pudieras salvarla no lo dudarías ni por un momento, aunque a veces se te llene la boca diciendo que "te da igual" porque es lo único que puedes decirte para poder creértelo. Para que tu alma olvide cómo llegaste a conectar con otra, para que de alguna manera deje de echarte de menos. Intento imponer mis fuerzas y hacerte insignificante, intento convertir esto que siento en otra cosa, no me faltan los motivos para no hacerlo, tengo tantos argumentos, tantas cosas que me han hecho daño, tantas frases y desprecios, y me siento incapaz de detestar te a pesar de todo, lo intento con todas mis fuerzas, que desaparezcas, pero te quedas aquí dentro porque por más que lo intente todo, joder, te quiero. Le pregunto a mis amigos si es normal que vea una cosa que sé que te encantaría y me apetezca comprártela. Y me dicen que sí, que cómo no va a ser normal con todo lo que significas para mí. Pero para ti cuando algo se rompe el sentimiento desaparece y entonces me siento tan tonta pensando en que quiero pasar comprar eso y salir corriendo. Porque para mí lo que siento no se ha terminado. Odio cuando la gente me dice, que están convencidos de que si todo hubiese sido con otra persona seguiría aquí, porque habría contextualizado la situación, porque habría tenido más comprensión, porque habría resistido hasta que esta ventisca que por fin ha pasado, se fuera. Odio que me digan eso, porque es triste. Pero es que si eso hubiera sido así, si ese alguien siguiera aquí y ahora pudiéramos celebrar lo bien que está todo, no serías tú, sería alguien, y yo no quiero estar por estar, yo no necesito a nadie a mi lado. De qué me serviría entonces si eso solo implicaría que no estoy "sola". No cambiaría este dolor porque otra persona siguiera conmigo, porque para mí siempre ha sido que fueras tú con lo que eres, con lo bueno y con lo malo. Jamás cambiaría el rumbo de las cosas porque ese supuesto otro alguien que sí que habría seguido estuviese aquí ahora acariciándome el pelo. 

Aniquilaria si pudiera a todas las circustancias y trabas tan complicadas y duras que tuvieron que interponerse entre nosotras pero no puedo hacerlo. 

Ojalá seas todo lo feliz que siempre he querido que seas. 

Te quiero, casi lo mismo que te echo de menos.


 

Dime, ¿tiene nombre tu mar?



 

Tan cerca

y tan lejos.



lunes, 2 de agosto de 2021

 

Yo siento como asomo la cabecita desde la cueva de la ansiedad. Como poco a poco cojo cada miedo y con toda la valentía que crece en mi, le planto cara. Como me gusta conseguir tachar miedos y como he mejorado en mi salud mental.

Es tan importante pedir ayuda cuando algo no va bien, tanto tanto tanto que al final el único lamento que puede quedarte una vez que lo haces es no haberlo hecho antes para que todo hubiese sido muchísimo mejor. 

Que esto esté dejando de ser un tema tabú me satisface y me hace feliz. Uno no decide tener ansiedad crónica. Uno decide coger ese problema y aunque de mucho miedo, trabajar lo para que puedas vivir lo mejor posible y siendo libre y feliz de esa ansiedad. En el camino, habrá mucha gente que se aleje de ti por lo mismo. Personas que no querrán soportar eso, será respetable y se irán. A otras quizá se les escape de las manos o se les quede grande. Otras, sin embargo, apreciarán y se enorgullecerán de cada vez que logras algo que te había costado mucho, de como poco a poco eres tú quien actúa por si misma, y no la ansiedad quien coge las riendas. Verán cómo lo haces cada vez mejor. Pero precisamente por todas esas personas a las que tanto quiero, quiero mejorar cada día, quiero ser mejor y siento que lo estoy logrando, que la ansiedad cada día está más chupada, que se cómo vivir con ella sin que me afecte casi nunca. Me alegra mucho quien no ha dejado de ver nunca que la batalla iba a ganarla yo, y me alegro de haber pedido ayuda aunque ya fuese en el último respiro de aire. No pienso dejar que jamás mi mente me haga perder lo que quiero, maneje ella la situación por mi, o me impida expresar lo que siento. Nunca digo adiós a nada, porque no creo en la palabra adiós, mi vida ha dado muchas veces muchas vueltas y ha hecho de los adiós cosas inexplicables y maravillosas. Las vueltas de la vida son mágicas. Pero puede que esta sea la primera y única vez en la que si creo en un adiós: Adiós mente dominándome.