Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

sábado, 7 de agosto de 2021

 

Lo he bautizado como la terapia de adiós al miedo. Llevo meses tratando con mi psicóloga (que es estupenda) diferentes aspectos que restan calidad a mi vida y que se han hecho muy presentes a raíz del covid. Tratamos diferentes cosas, y por supuesto depende del momento, pero una de ellas es el miedo. Es una de las características más propias de la ansiedad: el miedo. El miedo arrollador. Cristina siempre me dice que es de admirar cuando una persona reconoce que algo de ella no le gusta y que quiere cambiarlo. Así que una de las cosas que le dije que no me gustaba de mí y que quería trabajar para cambiar era el miedo que va ligado a la ansiedad. El miedo es una emoción muy primaria del ser humano. Es algo que va con nosotros. La única manera de trabajar el miedo es enfrentándolo. Y enfrentar el miedo solo tiene una opción: mirándolo a los ojos y no apartar la mirada. Supongo que hay gente que no sabe de lo que hablo. Hay personas que rechazan los miedos y cuando algo les asusta cambian de conversación o miran hacia otra parte. Algunos no le hacen caso por inercia o pura impulsividad. Valiente no es el que nunca tiene miedo, eso es un mentiroso. Así que, en este trabajo que llamamos adiós al miedo, he descubierto que para no tener miedo no hay que ser más fuerte que él, sino más inteligente, más elegante, y más cariñoso. Inteligente porque sabes cómo hacerle frente sin mirar hacia otra parte pero con respeto y conocimiento de causa. Elegante porque lo haces desde una mirada sencilla, entregada y sincera. Y cariñoso, porque me acaricio mientras algo que me asusta mucho entra en escena. Así que, poco a poco he ido haciendo una lista de cosas que me asustan y he ido exponiéndome a ellas. Por ejemplo; conducir. Algo que me encanta, que me hace sentir libre, que siempre me ha gustado se había convertido en un miedo para mí. Pero al final, coges el coche, te relajas, respiras, y el miedo se va haciendo cada vez más tenue, hasta que, metafóricamente, eres tú quien lo dirige, quien coge el volante y decide hacia dónde va. No voy a mentir, es un camino costoso, en el que estoy sola, pero también está lleno de satisfacción cuando consigo ser mejor, llenarme de orgullo, y compartir esos momentos con la gente que me quiere y que siempre, siempre está para todo. Sin rendirse. A veces escribo emails a Cris o nos telefoneamos. Cuando siento que necesito que me ayude la busco, y eso me hace sentir muy valiente. Otras veces, cuando, como por ejemplo conducir ya no me asusta, también le escribo para reconocer nuestro trabajo en equipo. Lo que quiero decir con esto, es lo importante que es cuidar lo que pensamos, cuidar lo que nos decimos, dejar el autosabotaje aparte. Mejorar cada día, dejar de lado de una maldita vez el "yo soy asi" porque no siempre está bien, porque podemos ser mejores. Estoy tan agradecida por la gente que me ayuda, por la gente que me mira y me comprende, que me da la mano, que me quiere de manera incondicional. Por las personas que merecen todo lo bueno que tienes porque han sabido ser hombro en todo lo malo. Y eso me da más ganas de seguir siendo yo, con todas mis virtudes y defectos pero en versión mejorada: potenciando lo bueno y reduciendo todo lo que no me gusta de mí.

Que esto deje de ser tabú para siempre.