Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

domingo, 27 de septiembre de 2020


¿Sabes cuántos pasos hay de tu casa a la mía?

Yo sí porque los conté.

Nos separan un millón de suspiros al aire que no llegarán a tu cuello.

Hay un sinfin de sueños entre mi calle y la tuya,

y son siete los semáforos que me hacen el camino más lento hasta tu boca.

Una colilla apagada en tu esquina es la que me avisa de lo inoportuna que soy, y que te habrás dormido antes de que marque tu número para que me abras.

Entre tu casa y la mía hay apenas unos metros pero tantos kilómetros de desencuentros que para cuando quiero llegar siempre se me ha hecho tarde.

Hay un paso entre tu cara y la mía y un centenar de ellos entre mi risa y la tuya, que no se juntan ni aunque me asome a mirarte y sepa que eres tú quien se cambia de acera. 

Hay un puente entre el perdón y el olvido que no tiene final construido y son varios los túneles que no nos atrevemos a cruzar. 

Sí. Conté los pasos que me separan de ti. 

Y son tantos que, cuando camino hacia ti, el horizonte nunca me pareció tan lejano. 


domingo, 20 de septiembre de 2020

 

Nunca me había parado a pensar que acabaría escribiendo sobre esto, pero me siento tan desesperada, preocupada y frustrada que solo se me ocurre expresarme como mejor me siento y es de manera desahogada a través de la escritura.

Tras dos años de situaciones difíciles, de condiciones precarias, de sentir un ahogamiento continuo en el sentido laboral, acaba pasando algo como esto. Dos años en una carrera continua con una meta clara: el trabajo por el que tanto has estudiado y aceptado contratos basura con el único fin de adquirir la experiencia que tanto te piden y pocos te dan la oportunidad de alcanzar. Cuando por fin consigues alcanzar cierta "estabilidad", cierta "independencia", (y lo escribo entre comillas porque cuando la vida te cuesta mucho más de la mitad de lo que cobras no sé si podría considerarse como tal), llega el parón que menos te habrías imaginado. En el peor momento, con un trabajo que te gusta, que te permite compaginar tu vida personal con tus obligaciones, sintiéndote más liberada que nunca, con personas que te gustan, con el corazón más lleno que nunca para dar amor y recibirlo, sin miedos y con unas inmensas ganas de vivir, la vida se para.

Todo ese esfuerzo que solo tu mismo sabes cuanto te ha costado, parece convertirse en nada. Tu vida deja de ser tu vida, desaparece. Tantas horas de metro, tantas horas de prácticas sin que nadie se pare a tenerte en cuenta, tantas horas en esa oficina que muchos días solo te provocaba ganas de llorar, tuppers, no tener tiempo para ti, seguir formándote milagrosamente con el tiempo que dispones, idiomas, facturas, una pelea continua por no tirar la toalla porque la ilusión siempre ha pesado más en mi balanza... 

Ves tu futuro más negro que nunca, con unos políticos que parecen niños en el recreo, con un sistema que colapsa, que consume, que mata y que aun así perdura. La sensación de que no importas lo más mínimo pero los demás si que deben importarte a ti. Una oscuridad absoluta, carencia de oportunidades, la renuncia a mi tan sagrada "independencia" que tanto significa para mí... 

Ojalá pestañear los ojos, ojalá abrirlos y volver a despertarme meses atrás, en mi casa, no en la de mi madre, en la mía, con sus facturas, su frío, sus carencias, pero aun así saber que de alguna manera me lo labro yo, me lo gano yo, y pasa por lo tanto a ser mío. 

La desesperación más intensa como nunca he sentido se apodera de mí, es inevitable sentir ganas de llorar cuando todo lo que lees, oyes, y ves gira en torno a un virus maldito que tanto nos ha quitado a todos. Pero más me supera cuando veo que nada parece tener un sentido racional, cuando todo se está yendo a la mierda, cuesta abajo y sin frenos. 

Aplaudir a las ocho quedaba muy bien en las redes sociales, y ahora resulta que hay que aceptar que esa misma gente que aplaudía tenga la desfachatez de reunirse en espacios cerrados, siendo más de la cuenta sin tener ningún tipo de consideración con una causa que nos repercute a todos. A veces me avergüenzo de ser joven cuando miro a mi alrededor y predomina el serrín dentro del cerebro. Supongo que los habrá que no han perdido nada. Que los habrá que no tenían que hacer acrobacias para pagar el alquiler hasta trabajando nueve horas al día. Y me desespero más. 

No pido ni quiero que nadie me regale nada, me cuesta dejarme ayudar, me cuesta resignarme a aceptar todo esto como única opción. Solo quiero que mis capacidades y conocimientos, que son muchos, se vean de una puta vez reconocidos y pueda conseguir mi rinconcito en el mundo donde, aunque el presente esté jodido, siga teniendo la opción de seguir luchando para conseguir un futuro.


sábado, 19 de septiembre de 2020


Es curioso, pero no termino de tomarme enserio que existas porque me resultas un sueño.