Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

lunes, 19 de abril de 2021


Definición del amor:

Era una mañana de invierno, de las que el aire aprieta y el sol engaña. La compañía de mis padres, junto a la paz del que deja atrás un peso pesado y por un golpe de suerte se encuentra frente al mar, hacían de ese momento, cuanto menos, agradable. Yo era una incrédula que había perdido la fe en demasiadas cosas y que, aunque me costara admitirlo, estaba deseando que uno de estos eventos inesperados de la vida sucediese para despertarme del letargo de emociones que convivía conmigo. Recuerdo el sol en la cara, el olor a mar en el ambiente, pasear y respirar, recuerdo ese día perfectamente... fue el día que supe que existías.

Junto a mi madre ojeaba los escaparates, nada interesante, algún que otro souvenir, ese tipo de cosas que compramos para mantener despierta en la memoria la imagen de ciertos lugares. Mi padre esperaba fuera. Al fondo del establecimiento había una estantería con más recuerdos tangibles que llevarte a casa. Me acerqué y me puse a ojear las postales. No había muchos modelos, tampoco me fijé en realidad, pero sí me gustó uno en concreto. Recuerdo perfectamente cogerlo y notar el tacto grueso del papel. Una imagen preciosa: la estampa de una playa, un dibujo sencillo pero de colores vivos. Además la postal guardaba en su interior una frase una vez la abrías, escrita a su vez en distintos idiomas. Fue cuando la leí, cuando una extraña sonrisa se me dibujó en la cara. Una de esas cosas sin explicación, que al menos, a mí, me pasan a veces y que acaban terminando en magia. Podría haber comprado solo una, salir por la puerta y seguir de paseo. Pero una voz extraña dentro de mí, me decía que tenía que comprar dos. No quise racionalizarlo, tampoco habría tenido argumentos, no estaba pensando en nadie en concreto a quien fuera a regalársela, ni tampoco ningún compromiso cercano. Supe que tenía que comprarla para ti. Nunca te había visto, no sabía quién eras, no sabía tu nombre, ni a qué te dedicabas, y sin embargo, de una manera u otra, ya te conocía. Ya formabas parte de mí. Ya había empezado, en ese mismo instante, a quererte.


Por favor, dejemos de querer definir el amor. Esa aberración debería estar prohibida. Dejemos de querer etiquetarlo, se nos escapa de las manos. Dejemos de querer hacerlo perfecto, no puede serlo, no existe para nadie, si pretendemos que lo sea estaremos haciendo de él cualquier otra cosa menos amor.                    

He visto a mucha gente enamorada que no se besa porque hay muros que, a veces, son demasiado costosos de derribar, y que, aun así, darían la vuelta al mundo si hiciese falta para evitar que quien quieren se cale de agua. He visto a gente junta por costumbrismo, haciendo de ellos más rutina que otra cosa, haciendo de lo que son juntos una especie de lista de la compra continua. He visto a personas que comparten su vida con otra por el mero hecho de que su inseguridad les impide vivirla solos, como quien necesita la aprobación constante, ya sabes, la falda corta y la autoestima baja. He visto a gente que proclamaba a los cuatro vientos que tenía pareja, como si de un mérito se tratase, como si su compañero fuera más una medalla que colgarse al cuello que alguien con quien tumbarse cuando las cosas se ponen feas, pero no se tira la toalla. He visto a gente engañada, a gente que engaña, a gente que vive su ilusión como un sueño hecho realidad. He visto amores platónicos, amores que existían más en la cabeza que en la realidad, amores tóxicos, alguno casi sano, alguno inolvidable.

Y buscando el mío, buscando mi modo de querer, completamente de manera humilde, nunca mejor o peor que otros, me he visto a mí, ese día, con una postal en la mano sin saber quién eras pero sí que existías. Pido disculpas por ello. Esta y solo esta es mi manera de querer. Así, sin sentidos, con mucha torpeza casi siempre y con mala intención nunca. Sin certezas, es cierto, pero con incondicionalidad. No sé hacerlo de otra manera, no sé encontrar el punto donde todo sea como esas relaciones que veo en la mayoría de gente que me rodea. No aspiro a cenar por San Valentín en un buen restaurante, aspiro a cenar en la bañera, y si se cae comida al agua, que se caiga. No aspiro a encasillarte en mi vida bajo ningún concepto, quiero que seas tantos que detesto la idea de que solo seas uno, y detesto la idea de ser yo solo uno para ti, pero si por un casual, no queda otro remedio, entonces escojo llamarte familia. No aspiro a no correr cuando me asusta que te estés acercando demasiado. Así soy yo también, un ave asustada que quiere que la acaricien y que siente miedo a dejarse tocar demasiado. No me malinterpretes, precisamente has calado tanto mis huesos que por eso nunca podré dejarte que me atrapes del todo. Me sentaré a tu lado siempre, siempre emprenderé vuelo para volver a tu vera, siempre moveré cielo y tierra para luchar contra cualquiera de tus fantasmas, pero necesitaré sentir que no me atrapas del todo porque entonces una parte de mí sentiría que nos queremos menos. No aspiro a demostrarte lo que siento con palabras, las palabras valen poco si las comparamos con hechos, e incluso llego a resultar contradictoria: si te digo lo contrario a lo que te demuestro con hechos, por favor, perdóname. Es siempre lo que hago, es siempre lo que estoy dispuesta a hacer por ti mi manera de decirte que te quiero. No aspiro a ser ni mucho menos sensata, solo sé vivir la vida como si de una tragicomedia se tratase, a veces llorando de la risa y otras de la rabia. Me gusta pensar que mi historia es como esa novela llena de imprevistos, de infortunios, de malas decisiones... y de finales felices.

Así que bueno, si hablamos de amor, te diré que te besé, segundos después de verte por primera vez, porque ya te conocía, porque ya sabía quién eras. 

Porque yo ya te quería. 







domingo, 11 de abril de 2021

Tengo miedo de verte

necesidad de verte

esperanza de verte

desazones de verte


tengo urgencia de oírte

alegría de oírte

buena suerte de oírte

y temores de oírte


o sea

resumiendo

estoy jodido

y radiante

quizás más lo primero

que lo segundo

y también

viceversa


— Mario Benedetti

jueves, 1 de abril de 2021


Otra vez vuelvo a caer en este estado casi catatónico que roza lo inagotable para recordarme qué jaula llevo a cuestas. Que los barrotes están oxidados, que tocar la libertad es la quimera con la que siempre me despierto y nunca sueño. Vuelvo a repetirme que las nubes solo existen para aquellos que están dispuestos a emprender el vuelo, aunque torpemente he conseguido hacerlo a ras del suelo, y ese, de manera mediocre, ha sido mi summum. Tú, que tienes unas alas que no te caben en el pecho, que naciste para vivir la vida, frente a mí que nací para soñarla. Ojalá encontrase las palabras adecuadas para poder sacar de mí todo aquello que representas, que vales, que eres, que quiero descubrirte una mañana, caminando por la calle, de la mano de la felicidad que tanto mereces. Fuiste ese hombro que nadie se atrevió a darme, imponiéndote valiente siempre contra mis demonios. Qué voy a decir de ti, si fuiste tormenta de verano en pleno enero, si las calles de Madrid cambiaron de color y en mitad del asfalto vi brotar las flores que dejaban tus pasos. Si preferiste mi piel a cualquier otra cosa, si no cabían más ganas en ese colchón, si contigo he podido ser yo hasta cuando ser yo implicaba dejar de revelarme contra la vida. Me encantaría sentarme a tu lado, tomarte de la mano, decirte cómo me muero de ganas de decirte lo que quieres oír. Y no puedo porque lo que tú llamas egoísmo, es lo que para mi supone la mayor de mis derrotas: La incapacidad. No me culpes, la mala intención nunca ha formado parte de mis pobres intenciones de mantenerte en mi vida. No quiero que caduque esto, ni que mañana te despiertes y ser más un recuerdo que quien te prepara el desayuno mientras remoloneas. Pero acercarme a ti empieza a parecerse a enfrentarme a mí, y no mereces una mujer enfrentada consigo misma. ¿Qué más puedo decirte? ¿Qué más puedo pedirte a ti, que me lo has dado todo? 

Tú me has hecho libre, porque ser libre no es una condición sino un estado, y jamás fui tan libre como cuando pasaba las horas encerrada, aplaudiendo a tu lado, suplicando, (y ahora sí, egoístamente), que no nos robasen ese momento en el soñaba despierta. 

Espero que sean algún día, dos copas de Nordés, dos sillas vacías, dos manos, dos vidas, dos personas que rozan dos corazones y terminan de perdonarse, y terminan queriéndose y terminan de una vez con la mala suerte, con las malas decisiones...

 con la vida en la boca.