He cerrado los ojos.
Mi deseo siempre fue el mismo.
He soplado.
Espero que se te cumpla
Todo le transporta, su mundo ya no es este, detesta tener que volver tan solo un segundo más, pide bajo este cielo azul celeste, no quiero irme de esta habitación para dos almas que son libres.
La primera vez que me enamoré tenía 16 años.
La segunda vez que me enamoré tenía 26.
Sé que no me enamoré otras veces porque hubo otras personas que quise pero no me enamoré de ellas.
Ahora tengo 28 años. Y quizá tengan que pasar 10 años otra vez para que vuelva a pasar. No lo sé.
Pero me sigue pareciendo un milagro tan increíble que para mí ya es una suerte haberlo sentido en mi vida.
Eres el único tema del que no puedo hablar sin que se me mojen los ojos.
Cuánto puedes llegar a haber querido a un animal por mucho que supieras que no debías precisamente por cosas como esta.
Pero me preguntan, hablo de ti, y lloro.
Me alegro haberte conocido para que me enseñases que me equivocaba. Fuiste una excepción en mi regla. Eso no se olvida.
Eres importante para mí. Precisamente por eso, no me gusta hablar de ti y si lo hago me emociono.
Cuánto marca lo que no puede repetirse.
Siempre me ha costado el doble hacer cosas por mí que por los demás. Siempre he sentido que la única manera que conozco de darme es dando. No he conocido nunca las dobles intenciones, el aprovechamiento del que tiene un interés detrás. Si he dado siempre es porque he sentido que es la única manera en la que en el fondo voy a poder darme a mí.
De esta manera he construido mis vínculos desde que tengo memoria. Sin embargo, conexiones reales del tipo que sea, me han sucedido unas contadas veces a lo largo de mi vida. Eso es extremadamente especial porque cuando te toca otro ser humano que consigue transpasarte la energía es increíble y real. Precisamente porque sabes todas las veces que no te está pasando. Pero también es absolutamente agotador porque las personas que somos realmente selectivas no porque queramos sino porque no podemos evitarlo, sufrimos como valor seguro. Imagina que solo pudieras hablar tu idioma con 10 personas en toda tu vida. Esas 10 personas serían únicas, marcarían siempre un antes y un después en tu vida. Sus éxitos y sus fracasos los vives como si realmente fuesen tuyos. Y no son solo palabras. Por eso nos cuesta muchísimo más transitar las ausencias, las despedidas, las rupturas. Por eso nos cuesta mucho más gestionar esos huecos. Sus caídas. El adiós.