Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

martes, 21 de mayo de 2019


Y que importa lo que pienses mientras lo que sientas sea otra cosa



sábado, 18 de mayo de 2019



Yo, que te habría acompañado a la otra punta del planeta.
O a otro planeta.


lunes, 13 de mayo de 2019

Realmente deberia existir un lugar al que partir al exilio cuando alguien que escribe no sabe  ni escribir.
Un lugar del que no volver jamás

miércoles, 8 de mayo de 2019



Veo frente a mi una inmensidad de colores. Predomina el dorado y el tono bronce. Veo casas pequeñitas que llegan a difuminarse en mis ojos pues no soy capaz de ver el final.
(Es complicado ver el fin del infinito).
Hay un enorme castillo rodeado de gruesas murallas de roca dura que ni el más fuerte cañón sería capaz de derribar. Y allá, en el horizonte, el azul del cielo parece entremezclarse con el azul del mar. Es un enclave precioso, mi lugar favorito, donde me instalaría a vivir, donde, ni el tiempo ni la necedad parecen tener lugar.
Solo quiero seguir mirando y dejarme asombrar de todo lo que ha llegado a construirse, con esfuerzo, con dedicación, y sobre todo con cariño... hasta algo así resulta posible.
Pero decido darme la vuelta. Y entonces veo un terreno que tampoco parece tener fin. Kilómetros y más kilómetros llenos de nada. Muchas piedras amontonadas que esperaban ser también el fruto del esplendor que tienen delante. Piedras que ya no serán el fruto de nada. El resultado del fracaso. Y entonces me paro a pensar que puede que no sean miles de kilómetros ocupados por la nada, sino llenos de esperanza de seguir construyendo un sueño (im)posible. Y me atemorizo tanto solo pensando en todo ese espacio que tenía un proyecto de seguir creciendo y que ahora, no sé muy bien como decirle a todos esos trabajadores que esperan mis órdenes que es hora de retirarse, que no queda lugar para que sigan llevando a cabo su función. Y aún más que eso, me inquieta el pensar en que hacer con esa quimera que estaba sembrada bajo estas tierras. ¿Que se hace con la esperanza que no debe esperar nada más? La contradicción parece que va a estallar en mi cabeza. Esa esperanza tan poderosa que con tanta rápidez puede crecer en uno mismo y tan lentamente parece que se marcha.
La despedida más dolorosa es la de decirle adiós a un quizá. La de abrazar por última vez a lo que siempre anhelaste, la de, saber que por más que quieras, ya nunca más volveremos a vernos.
Y me quedo ahí plantada, mirando, con los ojos vidriosos y resistiendo las ganas de ser yo misma la que baje a ese terreno pantanoso y se ponga a intentar colocar piedra a piedra el camino que iba a seguir creciendo y permitiendo conocer nuevos lugares.
Pero cuando pensaba que no habría imagen más agresiva que esta, vuelvo a darme la vuelta.
Y entonces miro la preciosidad que hay frente a mi. Todas esas piedrecitas, que fueron colocándose una a una, algunas más simétricas y otras no tanto. Y pienso en lo muchísimo que me gusta. Y entonces aún tengo más miedo pues si ya me atemoriza renunciar a toda esperanza, más me paraliza el pensar que ahora tengo que dejar de dedicar mis fuerzas a construir, para dedicarlas a desmontar casa por casa, roca por roca y que ni siquiera se por donde empezar.
¿Cómo hacer las maletas y emprender camino?... muy lejos de allí, sin vistas al infinito, sin el mar dibujado al fondo queriendo unirse al cielo, y sabiendo que, nunca volveré a sentirme tan en casa.



jueves, 2 de mayo de 2019


Por fin entendí que hacer lo que sientes no te convierte en débil, sino en valiente