Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

sábado, 4 de septiembre de 2021

 

Me gusta ser fuerte. Saberme fuerte. Mejorar en ese plano. Lo que no me gusta es cuando por mera supervivencia (y además, siendo algo que no es usual en mi por lo tanto me descoloca bastante) me siento toda una piedra. Todo se siente contenido y nada es capaz de tumbarte, de que sueltes una lágrima, de que sientas, al fin y al cabo. No me gusta cuando me hago piedra porque no soy yo, porque a pesar de que es un mecanismo de autodefensa cuando uno se siente más desprotegido, prefiero que no me suceda. Me gusta más cuando no pasa y no soy piedra y siento hasta lo que no quiero o no me gusta. Cuando soy piedra no queda nada porque todo se esconde muy hondo y es como si no existiera pero entonces también siento que yo no lo hago. Prefiero ser cualquier cosa a ser piedra. Cuando me sucede siento muchísima presión como si todo estuviera metiéndose a la fuerza en una maleta, con alguien sentado encima apretando para conseguir cerrarla. Es cierto que siendo piedra nada consigue hacerte daño, no duele nada, no hay hueco para nada porque todo está ahí mismo, a presión. 

Es un mecanismo de supervivencia que me parece lo más estúpido. Te deja "tranquilo" mientras dura, pero cuando se apaga, y siempre lo hace por algún motivo, la maleta se abre, se rompe la cremallera y se llena el suelo de todo lo que se guardaba en ella. Por eso cuando me sucede me asusta mucho más, porque sé que al final todo acabará desperdigado, porque de nada habrá valido no sentir el tiempo que tu mente haya conseguido, resulta completamente contraproducente. Ahora mismo me siento piedra. Llevo sintiéndome así unos cuantos días. Sé porque mi mente ha hecho esto sin consultarme. La comprendo. Pero al final, lo único que se consigue siendo piedra es retrasar algo irremediable. Y no merece la pena