Recordar todas esas partes de mí que dejé esparcidas,
que salieron a borbotones de mis bolsillos,
que ya no hablan de quién soy
sino quizá de quién fui,
quizá de quiénes fuimos,
y con mis manos colgando
al final de mis brazos,
con mis brazos más huecos,
con mis uñas largas presionando mis sienes,
con el jugo que sale de ellas cuando las exprimo,
medir la distancia que me separa de mí,
para confesar que,
de momento,
no deseo escribir nada más
que los centímetros que ocupa
el calor del abrazo que quiero darme
a mí misma.