Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

domingo, 2 de mayo de 2021

 

Definición del destino:


Recuerdo el despacho y el semblante serio del director tras mis palabras: "no voy a tener disponibilidad". Se me cerró una puerta al mismo tiempo que se me abría otra. Inexplicablemente (y sigo aún sin encontrarle el sentido) mis pasos tenían que llevarme a la otra punta del Atlántico. Y así fue.

Un mes más tarde, ahí estaba yo, con mis dos maletas en la mano y mi nueva aventura en el bolsillo. Llegué a un país donde las personas eran extremadamente educadas al igual que extremadamente frías. Igual que su temperatura. Que sus calles, que su ambiente. Y me alucinó. Pero eso es otra historia.

Recuerdo que pasé allí casi dos meses y cuando quise darme cuenta faltaba algo menos de una semana para volver a casa. Una mañana cualquiera, de un día más cualquiera, yo como siempre, estaba fumando esperando al bus que tenía que llevarme al metro para llegar a la escuela donde fui una afortunada de estudiar inglés. Música en los cascos y mirada curiosa a través de la ventana, ¡cuánto me gusta analizar el modo de vida de otros lugares! Sin esperarlo, me llegó un mensaje más que inesperado. 

Llevábamos algo más de dos años sin saber nada el uno del otro, sin escribirnos, sin vernos, sin hablar de que estaba haciendo la vida con nosotros y nosotros con la vida. El que había sido mi mejor amigo, y con total certeza, la persona con la que he compartido algunos de los momentos más increíbles de mi adolescencia y parte de mi juventud más temprana se había acordado de mí. Y no solo eso, acordarse es la parte fácil; se había atrevido a decírmelo. No pude dar crédito a su mensaje y más aún cuando me escribía diciéndome que sabía que estaba en Toronto y que por diversas situaciones azarosas el también se encontraba en la ciudad.

Una compañera de trabajo tuvo que ponerse enferma unos días antes. Tuvo que ir al médico y este decidió que era mejor que se quedase en casa. Tuvieron que avisar a las personas que estaban de guardia para que la cubrieran y fueran a hacer su trabajo y de todas esas personas que casualmente esos días no trabajaban y que estaban de guardia el nombre de mi amigo tenía que estar en esa lista. De todos los vuelos que podía cubrir estando de guardia tuvieron que asignarle Dublín-Toronto, y tuvo que coincidir que aún quedasen cuatro días para que yo abandonase la ciudad. Después de que el azar jugase su papel, tuvo que llegarme ese mensaje y la consecuencia fue mi sorpresa y mi felicidad.

Unas horas más tarde, ahí estábamos, dos amigos que por circunstancias habían pasado un tiempo sin compartir camino, que se conocieron en un pueblo de la España más profunda y que tenían que volver a encontrarse allí, en un inmenso árbol de navidad, en la ciudad de Toronto, a 6032 kilómetros de su punto de origen.

Lo que vino después no hace falta contarlo, queda entre el y yo. No hizo falta más que un abrazo sincero y una conversación para que ahora volvamos a las andadas y el camino nuevamente sea compartido.

El destino nos manda las señales, pero somos nosotros los que debemos aprovecharlas. Caprichoso como él solo se encarga de que todas las piezas acaben estando donde tienen que estar. Va a resultar que sí que existe la magia.... Déjate de vez en cuando que toque tu hombro y gírate a ver qué tiene que decirte.