Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

viernes, 26 de noviembre de 2010

El café impaciente de la esperanza.

Toda una vida que se beben en un solo trago.
Preparo los cafés con una llama incandescente.
El mismo café de las alegrías que el de las despedidas.
Tengo que reconocer que el primero supo a beso. Su sabor se mezcló, con un par de terrones de ilusión.
El segundo, siendo el mismo café, me supo amargo. No había terrones de ilusión, solo un par de cucharadas de azúcar.


Aún con toda la azucar del mundo sabría amargo.


Tomo café delante de las agujas de un reloj oxidado por el tiempo, que me cuenta que las horas pasan, y que yo sigo ahí sentada, con mi café humeante entre las manos. El café de la esperanza.