EL IMPERIO
Una vez me vi a mí en otros ojos,
y si esos ojos lo supieran,
me gustaría pensar que también
consiguieron encontrarse a si mismos
en la pupila de los míos.
Como tener al mundo delante
y sentir únicamente ruido en todo lo demás.
Me escuchaba su sonrisa como si
las palabras no pudieran pronunciarse
salvo de una manera,
a besos,
y me sentí como una casa
con las paredes intactas,
con las ventanas abiertas,
cada vez que salía de mi cama
con ganas de volver a empañármela.
Una vez me dijo – Si te enamoras, habré conseguido el imperio-
Y yo,
que ya tenía su nombre moviéndose a gatas
entre mis uñas,
que ya tenía la memoria de sus dientes cabalgando
a golpe de pantera de una sien a otra,
que ya sabía cómo se reía cuando sentía miedo,
cómo escondía en la parte de atrás de su cabeza
todo lo que sé que ha tenido que asumir
para seguir viviendo,
le devolví silencio,
le regalé mi espalda y le apreté los dedos.
Y ella,
que nunca lo supo,
desató mis nudos,
instauró a voces una nueva jerarquía
donde su risa ocupaba el primer puesto
de mi ejército,
y me hizo mar el tiempo que duró
su presencia en el olor de mi pelo.
Amor,
Es cierto,
No conseguiste el imperio,
tú ya lo habitabas.