Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

lunes, 27 de diciembre de 2021

 

Puedo decir que lo peor que puedes ver dañado en tu vida es tu salud mental.

Te paras a pensar en qué momento todo empezó a torcerse y te das cuenta que el principal problema es que eres incapaz de ser consciente de cuándo sucede. Con perspectiva lo ves claro. Pero en ese momento tú no ves nada, porque es todo tan sutil que no lo sientes mal.

Empiezas a vivirlo todo como una película. Las tiendas de lo que te rodea dejaron de estar en tus manos. Y todo poco a poco empieza a romperse de una manera tan fina que no eres capaz de ver lo que está pasando.

Lo siguiente, es darte cuenta de que algo no va del todo bien. La gente empieza a notarlo pero siempre se achaca a que podrías hacerlo mejor. Realmente, y es una pena, no sabemos preguntar y escuchar de verdad. La culpa entonces empieza a aparecer pero tampoco quieres compartirlo porque lo último que te gustaría es ser una molestia o una carga para nadie.

Entonces, el vaso empieza a llenarse demasiado. Es el siguiente paso. Empiezas a actuar de manera contraria a como tu eres porque no estás bien. Nadie es capaz de ver lo que sucede ni tampoco tú mismo. Descuidas porque te descuidas. Hay que reconocer que la paciencia infinita que hay que tener para que justo en ese momento no se tire la toalla es increíble. Hay gente a la que voy a estar siempre eternamente agradecida por ello. Pero también sé lo que es que sentirte enfermo te haga perder a quien no quieres. No quieres culpar, en el fondo lo entiendes. No todo el mundo sabe sostener mundos ajenos cuando están en un pozo. No estamos preparados. La parte buena de eso, es que me ha dado una enorme empatía a la hora de escuchar y atender al resto. Porque sé lo que es sufrir en mayusculas. Aprendes a involucrarte activamente en los demás porque cuando sabes lo que es estar verdaderamente mal no quieres ver a nadie en las mismas.

Luego llega un momento en el que tu cabeza resetea. Ya está. Las emociones se acaban y no se siente absolutamente nada. Todo te resulta completamente indiferente.

Escribo esto aquí porque no soy capaz de compartirlo con nadie.

Todo empieza a darte igual. Uno piensa que las noches eran lo peor. Pero dejan de serlo. Pasan a serlo las mañanas. Las mañanas pueden llegar a ser una tortura. No quieres levantarte, no quieres estar despierto.

A mí la pandemia me ha hecho llegar al extremo de que se me haya olvidado lo que era la vida de verdad.

Te sientes tan culpable por no poder dar tu mejor versión que llegas a optar por alejarte de todo porque es lo mejor para los demás.

Piensas en la suerte que han podido tener otras personas de contar con unas manos firmes para sostener lo malo cuando se instala de esta manera, para entenderte, para decirte yo solo puedo estar contigo o contra mí, y aunque no te entienda, de esta salimos, y cuando salgamos lo vamos a celebrar y pasar de puta madre.

Es muy difícil ser capaz de decírtelo tú a ti mismo. 

Ves muy afectada tu autoestima porque quieres con todas tus fuerzas pero no puedes y hasta lo más ridículo empieza a suponer un tremendo esfuerzo.

Tienes miedo a decir esto en voz alta, no quieres que te juzguen, no quieres que dejen de quererte ni pasar a ser un estorbo.

Quieres recuperarte de todas las secuelas de todo este tiempo difícil que ha conseguido superarte.

Digamos que es como querer aprender a volver a vivir. 

Sabes que más tarde o más temprano, se apagará ese vacío porque estás dispuesto a combatirlo, a pelear y a esforzarte para trabajar en ponerle final.

Pero a veces es muy difícil, y cuesta.

Sentirse solo es lo peor porque no sientes que los demás lo entiendan del todo, porque en esta sociedad todo va muy rápido, y sentirse de esta manera es no estar en sintonía con cómo funcionan las cosas.

Todo va tan rápido que yo soy incapaz de alcanzar ese ritmo.

Pero te agarras a lo que sea, porque quieres volver a ser luz, porque sabes que lo has sido y que por lo tanto sabes serlo.

Escuchad activamente. Pero no solo con los oídos. Mirad a vuestro entorno. Si alguien empieza a actuar distinto a como lo hacía antes, preguntad. Analizad el entorno que tiene, pensad en las cosas que le han pasado. Dejad de creer que todo es por vosotros, por favor sacad la comprensión de debajo de la cama. 

Es muy fácil decirlo, pero yo intento quedarme con la lección de todo y creo que una de las lecciones que saco de esto es el profundo análisis y entendimiento que voy a ser capaz de realizar hacia los demás. 

Que estás raro, vamos a hablarlo. Que quieres estar solo, permíteme esperarte. Que necesitas silencio, déjame tumbarme contigo. Que tienes ansiedad, déjame darte la mano, no me moveré hasta que vea que me miras y respiras en paz. 

Acepto lo difícil que es todo esto porque no nos han enseñado absolutamente nada. Exigir incondicionalidad es injusto, exigir en sí es injusto, pero al menos intentemos ser todos más empáticos. Quien menos te lo esperas puede necesitarlo. Si no te lo pide, si no lo expresa, mira su contexto y fíjate si le ves feliz. Si no es así no se lo recrimines. No es tu culpa ni la suya, apoya porque si lo haces el premio va a ser increíble. 

Y no sé. Necesitaba sacar. 

No me voy a rendir nunca, cueste lo que cueste. 

Hay un folio en blanco de las cualidades que yo misma creo que tengo.

Sé que escribiré en él.

Y que ese día acabará llegando. 

Pero por favor, entendamos que son tiempos difíciles para muchas personas. Que no todo es lo que parece siempre. Que a veces el silencio también es un grito de ayuda que no sabemos dar.

El mundo es precioso. Que algunos no lo recordemos bien no significa que no lo sepamos.