Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

lunes, 6 de abril de 2020


Estos días de aislamiento impuesto me ha dado por pensar un poquito más de la cuenta.
Esta reclusión absoluta tiene una parte oscura que irónicamente brilla más que nunca en cada uno de nosotros.
¿Cómo de intenso puede ser el peso de la memoria?
No nos damos cuenta que con cada paso que damos nos acercamos más al futuro mientras construimos pasado. Sí, este momento presente será pasado alguna vez. ¿No es acaso sino eso maravilloso?
Nos invade en la memoria el olor a otro momento tan difuso como nítido y nos crea una congoja perturbadora. Desequilibra.
Somos la prueba de que se sigue caminando aunque incluso nos quedemos sentados pues no hay nada más real que una sonrisa repentina que llega por un recuerdo de un momento que jamás volverá a ocurrir. Y que a la vez ocurre cientos de veces, dentro de nosotros.
Aún siento esa respiración tras mi nuca aunque mi cama esté vacía.
Me huelen a alcohol las manos de esa noche jóven que transcurrió aquella vez y a la vez miles de veces en el mar de mi cabeza.
Oigo tu risa en mitad del silencio.
Siento tus brazos en mis brazos vacíos, tu lengua en mi lengua.
Residen en mi tus palabras, la sonrisa de mi amigo, los planes que sí logramos cumplir.
¿No es acaso magia que habite para siempre en cada uno de nosotros toda esa fantasía?
Adios... Como metáfora está bien. Uno no se despide nunca de lo que vive dentro de uno...
Nuestros pasos andados... Un regalo.