Acostumbrarse a algo es el mayor error que se puede cometer. Si te acostumbras a un beso pierde su sabor mágico de un momento único. Si te acostumbras a lo que te duele, no disfrutarás de lo que no. Creo que nunca me he acostumbrado a nada. Quizá será porque nunca ha sido nada "mio" el suficiente tiempo como para llegar a adentrarme en esa sensación. Quizá porque cada vez que siento ese beso es como la primera vez. Pero sin acostumbrarme a la costumbre, tengo muy malas costumbres. Me gustaría que me besaras hasta que no pudieras más, pero sin llegar a acostumbrarme a tus besos. Me gustaría romper las malas costumbres, romper por ejemplo, mi puta conformación con lo que sea. Acostumbrarme a oír algo bonito o bueno sobre mí, al menos una vez al día. Acostumbrarme a no acustustumbrarme a nada, y a hacer de cada día algo nuevo, suena bien. Pero (y aunque no lo queramos reconocer), todos buscamos oportunidades únicas y a la vez rutinarias, que nos sorprendan cada día con lo mismo. Todos huímos de la costumbre, y a la vez gritamos: ¡No me dejes nunca!