Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

domingo, 6 de marzo de 2011



Mi asiento llega a quemarme del tiempo que a pasado desde que me senté, está ardiendo, me está quemando ahora mismo, pero yo sigo aquí sentada, viendo como evoluciona la carrera. Aposté todo lo que tenía por un caballo, un caballo precioso, veloz, lleno de energía. Lo aposté todo por el, con la esperanza de no perder nada de lo apostado, y además obtener grandes beneficios. Desde mi asiento le apoyo, chillo, grito, a veces en silencio otras veces no, le grito que corra más y más fuerte, que yo creo en el, que lo he dado todo porque pensaba que era capaz de llegar a la meta antes que cualquiera. Pienso en que más puedo hacer por el, pero llego a la conclusión de que yo ya lo he dado todo, he apostado todo lo que tenía, entregando cada parte de mi alma y de mi corazón. Yo no soy quien está corriendo la carrera, quien debe llegar a la meta, ya llegué hace tiempo, y espero desde ella a mi caballo, creyendo que va a llegar pronto, y que va a ser el primero en llegar, que no voy a perder nada de lo que me he jugado por el. Pero pasa el tiempo, mi caballo no llega, y se entretiene por el camino. Aveces siento, que no quiere llegar, que quiere buscar otras metas, que creí en algo que no existía. Otras una fuerza más grande que el mundo, se apodera de mi, y aunque se que no me oye, le susurro, le grito, le chillo en sueños que no se rinda. Empieza a llover, y a mi se me caen las lágrimas. Disminuye la esperanza arrastrada por el tiempo. Estoy empapada, pero no me muevo, sigo ahí, quieta, mirando al horizonte.