Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

sábado, 20 de noviembre de 2010

Siempre pedí el mismo deseo. Cada vela soplada, cada estrella en el cielo, cada moneda lanzada con los ojos cerrados, escondían el deseo más poderoso de mi corazón. Quizás siga siendo una niña, que no a cambiado de deseo, que aprovecha cada ocasión posible, para volver a pedirlo. Dicen que los deseos no se cumplen si dices lo que pides. Nunca dije a nadie el secreto que encerraba mi deseo. Pero a veces somos tan egoístas que no nos damos cuenta de que el mundo quiere que cumplas tu deseo, pero tu no pones de tu parte, y el deseo se consume, porque todo lo que uno ama, cuesta, e igualmente pasa con los deseos. Un deseo no consiste en pedir algo con fuerza, y que de repente se cumpla. Sería muy injusto para los deseos, ellos existen para regalarnos algo en lo que creer, y nosotros no les damos nada a cambio. Pero hoy, sumergiéndome en recuerdos, en pensamientos, escuchando a mi corazón, me he dado cuenta de que ese deseo que siempre anhelé, ese deseo que esperaba, ese deseo que guardaba mi estrella, llegó a cumplirse, poco a poco fue cogiendo fuerza en mi vida, hasta que pasó a convertirse de deseo a realidad. Me he dado cuenta de que, vivo en el deseo que escondía, vivo en el deseo que soñaba, vivo en el deseo que pedía. 
Y recuerdo la última vez que pedí mi deseo.    9.2.10    
Ese día... mi deseo decidió hacerse realidad.