Sé que existes. Que estás allí, en algún lugar, esperándome. Pero no te preocupes, nos acabaremos encontrando. Al fin y al cabo, no sabes quien soy.

CVL

martes, 15 de abril de 2025

 

Hubo un tiempo en el que la tristeza y yo nos hicimos mejores amigas. Mi psicóloga dice que es una emoción con la que siempre me he llevado muy bien. Costó mucho deshacernos del disfraz y quedarnos sin ella, a veces la recuerdo en la boca y me aterra lo grandiosamente intensa que sonaba dentro de mí. Cuando conseguimos que dejase de tener tanta presencia (que yo alentaba y respaldaba como buena persona triste que era) mi mundo de emociones como lo había entendido hasta entonces, se desintegró. Aún actualmente pienso que no está formado del todo. Cuando una emoción ha tenido un reconocimiento mayor que todas las demás entiendo que pueden pasar estas cosas. El otro día pensaba cómo habría sido mi vida si en vez de haberme llevado tan bien con la tristeza lo hubiera hecho con el miedo que es, sin duda, la emoción con la que peor me he llevado y me llevo. No sé escribir teniendo miedo, lo he sabido hacer siempre estando triste. No sé actuar teniendo miedo, lo he sabido hacer siempre estando triste. No sé crear desde el miedo, lo he sabido hacer desde la tristeza. Ya no sé crear o si quiero hacerlo tengo que volver a aprender con los ruedines. La tristeza me ha robado muchas cosas, pero es cierto que también podría hacer una lista de todas las cosas que me ha dado. Mi psicóloga también dice que he sabido sacarle partido. El miedo me ha robado muchísimas cosas y sigo intentando encontrar tan solo una que me haya dado. 

Colocar a la tristeza en el lugar que tiene, ni más ni menos, también supuso dejar atrás parte de una identidad dañina que me había acompañado durante muchísimos años. Sí he vuelto a sentirme triste, no he vuelto a hacerlo desde una posición de romanticismo entre mi daño y yo. Dejarla en un lugar común y sacarla de su trono también provoco un desorden tremendo con el resto de emociones. Todavía hay días que tengo que pararme a pensar qué es lo que estoy sintiendo porque no sé darle un nombre. A veces tengo que recordarme a mí misma qué es lo que estoy sintiendo porque muchas veces creo que es nada. 

Dejé de escribir cuando dejé de abrazar la tristeza como un tesoro mojado y precioso y único y humano y sigo sin saber hacerlo como lo hacía, no creo que vaya de hecho a volver a pasar al menos de esa manera. No la echo de menos, ha sido un triunfo personal darle su lugar sigue siendo un trabajo titánico dar al resto todo el espacio que la tristeza les robaba. 

Dejé de hablar tanto de sentimientos cuando la tristeza se reubicó y suele pasarme más de lo que me gustaría, escucharme a mi misma siendo una cínica, en más de una ocasión frívola. Supongo que es autoprotección, no siempre justificada, no siempre ajustada a la medida precisa. No he venido a hacer de mí una víctima razonando el por qué de esto, no lo necesito ya, todos hemos pasado por momentos que han cambiado todo para siempre. 

El color a veces es extraño porque quiero saber cuál es y no lo identifico. 

Como este texto que no sé lo que es ni para qué.